Por real cédula expedida el 8 de agosto del año 1776, se creó el virreinato del río de La Plata, que comprendió las gobernaciones de Buenos Aires, Tucumán, Paraguay, cuyo y alto Perú.
Esta medida que importó reconocer la autonomía funcional política y económica del lejano territorio platense, significaba no solamente la liberación del yugo a que Buenos Aires y sus contorno estaban sometidos por las autoridades de la metrópoli, sino también, por las autoridades de Charcas y Lima; e iba a traducirse en pocos años, en una total transformación del medio físico, económico y espiritual de la cuenca del Plata, tanto que, desde esa fecha hasta 1810, la población de Buenos Aires casi se había duplicado, según lo demostró un censo levantado oficialmente por entonces.
Tal creación, respondía a la necesidad de terminar con el contrabando, organizado en gran escala por los ingleses y portugueses especialmente, que en la banda oriental tenían su base de operaciones, y que ponían en peligro, por lo demás, la
estabilidad del dominio español sobre estas playas. La corona, complacia, asimismo, el continuo reclamo de las autoridades y comerciantes del Plata, por contar con una organización política, administrativa y económica mas eficiente para el bienestar de la población, que tanto sufría con el régimen imperante.
La nueva organización comercial fue el resultado de un plan de reformas iniciadas por el Virrey Cevallos, con el auto de internación libre y con el gobierno económico que desarrollo, facilitando,
especialmente, el gobierno interprovincial-tan trabado con medidas fiscales-, y abriéndole al comercio del interior, las puertas antes cerradas de Perú y Lima.
Con la reforma, dice Levene, el comercio libre trajo consigo el beneficio de la abundancia de ropas y frutos, amor a la industria y a la economía, mayor población, fomento de la agricultura; el enérgico incentivo operaba sobre la voluntad de los habitantes, despertando su interés ante las ventajas del rendimiento de la ganadería e industrias derivadas. El tráfico regular promovido por la apertura del puerto de Buenos Aires esta señalado por el constante aumento de exportaciones de cueros, sebo y la iniciación de la industria del tabaco para las colonias de América central y Brasil. De 1778 a
1782, la salida de cueros no bajo de un promedio de 70000 cueros, llegando en el año 1783, a 1400000.
La agricultura, con su aporte de extensos sembrados de trigo en la zona de Córdoba, para la exportación hacia el Brasil, daba nuevos bríos al movimiento comercial empujado por las autoridades de Buenos Aires, que se iba perfilando ya, como una poderosa urbe.
La capital era cosmopolita; sustituiría el viejo rencor español contra el extranjero y el hereje, con el amor y la simpatía, seducida por el optimismo de las Nievas doctrinas de progreso indefinido, las generosas ideas políticas y sociales de la filosofía del siglo.
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